19 de octubre de 2012

Viernes tarde...

Viernes tarde. Saco la llave con impaciencia y parsimonia a la vez, por fin en casa. Hay demasiada poca luz dentro para ser las 7 de la tarde y un día de finales de septiembre. Dejo todo en la entrada y voy en su busca. A esta hora ella siempre está ya aquí y me sorprende no escuchar siquiera un hola desde algún lugar de la casa.
La búsqueda termina pronto porque en cuanto entro al salón la imagen que me encuentro hace que me quede parada en la puerta.
Está en el sillón, recostada, con la bata de seda negra entreabierta y dejando ver parte de sus pechos pero sólo hasta allí donde sabe que me gusta perderme. No puedo ver los pezones pero puedo adivinarlos por debajo de la bata porque me dan la bienvenida entusiasmados, duros ya.
La pierna descansa en el brazo del sillón y la vista de sus piernas es muy generosa. La penumbra hace que no pueda distinguir si la visión sería completa o si allí abajo me espera alguna otra fina tela, como un impedimento más a superar.
Por fin llego a su cara y me mira fijamente, sonriendo de medio lado, divertida, observando las sutiles pero claras reacciones de mi cuerpo. La respiración se me ha alterado un poco y mi pecho me delata porque sube y baja un poco descontrolado. La boca entreabierta la noto de repente seca, como si todo el líquido fuera necesario ahora allí abajo y soy consciente entonces de que estoy mojada ya.
Alargo la mano y mientras viene hacia mí vuelvo la mirada a su escote. Siento sus labios, primero un roce, luego su lengua urgente...
Viernes tarde, comienza el fin de semana.

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