23 de febrero de 2014

Llena de tí (carta de amor-ficción)

Hoy amanecí llena de ti. Mantuve aún un momento los ojos cerrados al despertar, recreándome en tu mirada, esa que me había pertenecido en sueños de nuevo. Esa mirada verde y dulce que anhelo aún hoy a pesar del tiempo que ha pasado.
Te veo tumbado frente a mí, con las piernas entrelazadas, como tantas veces en esas mañanas robadas en que dejábamos pasar el tiempo sin otra idea en mente que disfrutarnos. Aún ahora tu olor me acompaña, lo tengo metido en mi piel, y me recreo en los momentos en que me acurrucaba pegada a tu cuerpo, con las ganas satisfechas, mientras metía mi cabeza en tu cuello aspirando ese aroma tuyo, tras hacer el amor, que me volvía loca.

Libre, te quiero libre, solías decirme y el único retorno que yo quería era el de tus brazos alrededor de mí y tus besos diciéndome la felicidad que te provocaba mi vuelta. Tu pasión me sedujo, me sentí arrastrada hacia la luz que desprendías mas sin saber que la libertad que me dabas, tú no la tenías. Ocupabas todos mis pensamientos.

16 de febrero de 2014

Érase una vez II

08-12-2013

La niña ya no mira a lo lejos, perdió de vista al niño hace tiempo en el camino. Las ganas de volver a encontrarlo siguen pero no intactas, son mucho más débiles ahora. Los zapatos pesan menos, ella ha aprendido deprisa a quitarse arena y alguna de esas piedras grandes que tanto daño le hacían y tanto le han retrasado siempre. Hace el viaje con más alegría que antes, vuelve a disfrutar del entorno, de lo que se va encontrando.

Echaba tanto de menos al niño durante un trecho que decidió hacer una parada, desviarse, e ir a conocer esa tierra suya de la que él tanto le había hablado. Dudó pero al final le mandó recado para que supiera que iba, por si podían verse. Fue, disfrutó de la tierra y entendió muchas cosas; daban ganas de quedarse. Finalmente, como ella temía, él siguió firme en su decisión, de modo que cuando ella retomó el camino lo hizo aparcando el recuerdo de ese niño interesante que parecía poder mirar únicamente en otra dirección en ese momento.  No entendía cómo se había olvidado tan pronto de ella, aunque quizás era normal que algo tan corto en el tiempo, aunque hubiera sido muy intenso, pasase luego rápidamente a un segundo plano.



Ella sintió que podría vivir en una tierra así, encajaba con lo que le gustaba y deseaba para sí. Quizá ése era el sentido de haberse conocido, dar el paso y convencerse de que no debía conformarse con estar en su tierra; esa tierra dura, extrema, que a ella la llevaba también al extremo. Quizá era hora no sólo de quitarse piedras de los zapatos sino de elegir cuidadosamente el sendero y el destino final. Había quedado claro que cualquiera que fuera la ruta siempre aparecería algún compañero.


Quizá el sentido del encuentro había sido ése: centrarse en elegir bien; esperar; observar; concentrarse en su viaje y pisar con tiento, quitando las piedras grandes y aprendiendo a caminar con algo de arena en los zapatos.