Otro domingo más comiendo con los abuelos. El
comedor es pequeño y los muebles siguen siendo los de hace años. No son
demasiado viejos pero tienen ese sabor de lo que es un poco antiguo sin ser
clásico, lo que en su momento estaba bien, sin grandes excesos. Justo enfrente,
saliendo del comedor está la puerta de la cocina, también cuadrada, más bien
pequeña y con el olor de la paella al fuego, como cada domingo. Pero primero el
aperitivo, invariablemente, ese paso obligado en aquella casa y que mi abuelo
disfrutaba preparando más si cabe que la consabida paella. Siempre es un
tentempié sencillo, que no escueto, y verle a él a la mesa, un deleite. Sí,
disfrutaba los alimentos como todo en su vida, con excesos, como si no hubiera
mañana. Todavía hoy recuerdo esos aperitivos cada vez que bebo sidra,
“digestiva y riquísima”, decía, y aprovechando para terminarla durante el resto
de la comilona.