Hoy
amanecí llena de ti. Mantuve aún un momento los ojos cerrados al despertar,
recreándome en tu mirada, esa que me había pertenecido en sueños de nuevo. Esa
mirada verde y dulce que anhelo aún hoy a pesar del tiempo que ha pasado.
Te
veo tumbado frente a mí, con las piernas entrelazadas, como tantas veces en
esas mañanas robadas en que dejábamos pasar el tiempo sin otra idea en mente
que disfrutarnos. Aún ahora tu olor me acompaña, lo tengo metido en mi piel, y
me recreo en los momentos en que me acurrucaba pegada a tu cuerpo, con las
ganas satisfechas, mientras metía mi cabeza en tu cuello aspirando ese aroma tuyo,
tras hacer el amor, que me volvía loca.
Libre,
te quiero libre, solías decirme y el único retorno que yo quería era el de tus
brazos alrededor de mí y tus besos diciéndome la felicidad que te provocaba mi
vuelta. Tu pasión me sedujo, me sentí arrastrada hacia la luz que desprendías
mas sin saber que la libertad que me dabas, tú no la tenías. Ocupabas todos mis
pensamientos.
Me
estremecía con tan sólo recordar tu sonrisa, esa sonrisa que desde la primera
vez que la vi provocaba que mi pecho se empeñara en detenerse, no atinara a respirar
y todo mi cuerpo reaccionara. Mis tripas
me avisaban y yo no comprendía bien si me decían que iba a ser algo estupendo en
mi vida, que no me arredrara; o más bien me alertaban e instaban a salir
corriendo. Alertas. ¿Cómo podía yo siquiera escucharlas si ya había comenzado a
derretirme cada vez que pensaba en tí?
Enamorada.
Enamorada hasta las trancas sigo y sin dolerme en prendas decírtelo, una vez
más, porque este amor me ha elevado y ha estremecido mi alma, no sólo mis
entrañas.
Elegiste
y no fui yo la afortunada. No hay reproches. ¿Qué podría reprochar al que tanto
me ha dado? Mis carnes y mi alma protestan, incluso se desesperan a veces, pero
los dos nos amamos libres y así te acepté una vez más, libre en tus decisiones.
Eran ellos o yo, siempre lo supe. Esa familia que te tiene absolutamente prendado
y contra la que nunca quise luchar. Presencié la lucha en ti y me dolió ver
cómo te debatías entre dos amores. Decidiste y este dolor que siento ahora
pasará, pero el poso que dejas en mi vida tendrá una dimensión que sólo podrá
estar a la altura de todo lo que nos hemos amado.
Siento
faltar a mi palabra y ponerme ante ti de nuevo después de un año, aunque no sea
cara a cara. Cuesta cicatrizar la herida siendo tanto lo que perdí y estando tu
sombra presente aún en mi cama, resistiéndose a marcharse. ¿Aún me recuerdas,
amor? ¿Perduran aún los rastros dejados por mi piel en la tuya?
No hay comentarios:
Publicar un comentario