“Todos queremos cosas pero no
siempre las merecemos”, así de simple o tonta o profunda es la frase que me ha
calado más allá de la piel esta tarde. Depende del día que tengamos, animado o
triste, una misma frase puede provocar ciertos sentimientos en nosotros.
¿Merecemos todo aquello que
deseamos?, ¿somos nosotros quien lo decidimos? Como haya algo que creemos que
no merecemos dará igual cuánto se nos intente convencer desde fuera de que sí.
Educación recibida, vivencias más
o menos traumáticas; cada uno tendrá su aprendizaje y sus motivos para haber
llegado a la conclusión, o creencia diría yo, de que aquello que su corazón
desea no está a su alcance porque no lo merece, consecuentemente no luchará por
ello. Si el destino se lo pone delante probablemente no sea capaz de
reconocerlo o lo apartará, más o menos conscientemente, porque “eso” no es para
él.
Algunos pasamos por la vida
planteándonos constantemente el porqué o para qué de aquello que nos sucede y
solemos ser los que más escollos encontramos (no porque tengamos más que los
demás sino porque somos más conscientes de todos los que queremos superar)
precisamente por ello, por analizar todo casi al microscopio, lo cual es
agotador, por cierto. Seguramente somos muchos más de los que creemos los que
deambulamos en nuestro limbo de dudas y frustraciones constantes.
Merecimientos: sentir que no nos
merecemos amor, prosperidad, bienestar; que no se está a la altura y no se
merecen ciertas cosas (cada uno de nosotros sabe qué poner aquí, ¿verdad?…)
¿Acaso se ama a alguien porque lo
merezca o simplemente porque sí? Los padres y madres aman de manera
incondicional, y estamos rodeados de personas que a su manera nos quieren. Tanto
si lo deseamos como si es a nuestro pesar.
¿Porqué no iba cualquiera a
merecer prosperar y sentir que tiene una vida plena? Eso no quiere decir que no
vaya a tener inquietudes por mejorar u otros retos que conseguir.
La frase que ha vuelto a desatar
torrentes de emoción cerrando el día ha sido algo así como “no querría que
cambies, ya eres perfecto como eres”. Pocos pensamos que estamos bien tal como
somos, o al menos en el caso de las mujeres solemos estar mucho menos conformes
con nosotras mismas que ellos.
Y pasa un día más dejando una
resaca de emociones. Sobreviviendo.
Tiendo a pensar como tú. Esto lo merezco o no lo merezco. Esto no es para mí. Y supongo que es un error. Imagino que lo mejor es no realizar estos cálculos, ir directos a obtener lo que deseamos sin plantearnos si está en nuestras manos alcanzarlo. También pesa, creo yo, el miedo al fracaso. El dolor que nos ha producido otros fracasos es el que nos hace tomar más precauciones de las necesarias, nos reprime más de la cuenta.
ResponderEliminarSomos mucho mejor de lo que creemos y nos merecemos más, pero ese no es el tema. No nos deberíamos plantear si es justo obtener el premio. Deberíamos ir a por él sin pensar tanto.
Besos.