16 de febrero de 2014

Érase una vez II

08-12-2013

La niña ya no mira a lo lejos, perdió de vista al niño hace tiempo en el camino. Las ganas de volver a encontrarlo siguen pero no intactas, son mucho más débiles ahora. Los zapatos pesan menos, ella ha aprendido deprisa a quitarse arena y alguna de esas piedras grandes que tanto daño le hacían y tanto le han retrasado siempre. Hace el viaje con más alegría que antes, vuelve a disfrutar del entorno, de lo que se va encontrando.

Echaba tanto de menos al niño durante un trecho que decidió hacer una parada, desviarse, e ir a conocer esa tierra suya de la que él tanto le había hablado. Dudó pero al final le mandó recado para que supiera que iba, por si podían verse. Fue, disfrutó de la tierra y entendió muchas cosas; daban ganas de quedarse. Finalmente, como ella temía, él siguió firme en su decisión, de modo que cuando ella retomó el camino lo hizo aparcando el recuerdo de ese niño interesante que parecía poder mirar únicamente en otra dirección en ese momento.  No entendía cómo se había olvidado tan pronto de ella, aunque quizás era normal que algo tan corto en el tiempo, aunque hubiera sido muy intenso, pasase luego rápidamente a un segundo plano.



Ella sintió que podría vivir en una tierra así, encajaba con lo que le gustaba y deseaba para sí. Quizá ése era el sentido de haberse conocido, dar el paso y convencerse de que no debía conformarse con estar en su tierra; esa tierra dura, extrema, que a ella la llevaba también al extremo. Quizá era hora no sólo de quitarse piedras de los zapatos sino de elegir cuidadosamente el sendero y el destino final. Había quedado claro que cualquiera que fuera la ruta siempre aparecería algún compañero.


Quizá el sentido del encuentro había sido ése: centrarse en elegir bien; esperar; observar; concentrarse en su viaje y pisar con tiento, quitando las piedras grandes y aprendiendo a caminar con algo de arena en los zapatos.

2 comentarios:

  1. Introspectivo y evocador. De exquisita finura...

    Donatien.

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  2. Un verdadero placer la sensibilidad con la que me lees Donatien. ¡Gracias!

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